Renshaw, propinó tres cabezazos a Dean que sólo se intentó proteger con el codo para no caerse, cuando estaban disputando la llegada a meta. El comité decidió que fue un gesto antideportivo y que se puso en juego la integridad del pelotón que venía lanzado para el sprint final.
En el Tour no se mandaba a casa a ningún corredor desde que lo hicieran con el belga Tom Steels en 1997, en la llegada a Marennes d'Oleron. En esta ocasión Steels lanzó un bidón a Moncassin en un sprint, a lo que Renshaw explicó que “sólo me defendí, porque no quería que nadie me ganara la posición”.
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